Mucha gente me pregunta, siendo del interior, como me dio por dedicarme a grabar faros durante cinco años y siempre contesto lo mismo: no veas en ello ningún complejo freudiano ni simbolismos fálicos; simplemente, como a todo el mundo, me atraían los faros, solo que a mí me llamó el instinto de querer grabarlo todo y me puse manos a la obra.
En realidad, la primera idea era hacer un libro de fotografías, idea que nunca se abandonó. Entre tres amigos, cada uno con su estilo, recorreríamos la costa española parándonos un par de días en cada faro para poder fotografiarlo a las diferentes horas del día. Se me fue de las manos. Empecé entonces a grabarlos, a leer sobre faros, a documentarme y una vez que fui tirando del hilo, me fue imposible parar.
Le propuse el proyecto a mi amigo y compañero Raúl, y comenzamos a entrevistar a fareros, pescadores, historiadores, familiares de torreros... Porque, claro, una cosa es dedicar tu vida a la profesión que amas y otra es arrastrar a tu familia a un destino aislado al borde de un acantilado, lugar envidiable para algunos y tremendamente aburrido para otros.